Funicular del Tibidabo
A las ocho de la mañana del día 30 de octubre de 1901 empezaba a funcionar oficialmente el funicular del Tibidabo. Obra del ingeniero Bonaventura Roig, disponía de cinco compartimentos con capacidad para 80 personas y una potencia de motor de 66 c. v. En su ascenso el funicular salvaba una pendiente del 25,7% en su tramo final.
La decisión de instalar un funicular fue iniciativa del “Doctor” Andreu y Román Macaya que, en abril de 1899, fundaron la sociedad “Tibidabo” con el propósito de construir un medio de transporte que permitiese salvar los más de 500 metros hasta la cumbre de la montaña.
El ‘funi’ como lo bautizaron enseguida los barceloneses, contribuyó enormemente a que el Tibidabo se convirtiese a principios de siglo en un lugar turístico . Visita obligada de cualquier personaje ilustre a su paso por Barcelona, Durante la visita que el rey Alfonso XIII realizó a Barcelona en abril de 1904, pudo admirar la vista sobre la ciudad desde el mirador.
El éxito del funicular del Tibidabo impulsó la construcción del funicular de Vallvidrera, inaugurado en octubre de 1906.
En 1922 se decidió ampliar la capacidad incrementando el número de coches y cambiando toda la maquinaria y el cable. La reforma permitió transportar 150 personas cada 10 minutos, 100 en clase general y 50 en preferente en los dos nuevos coches de lujo fabricados en los talleres de Estrada e Hijos.
La necesidad de aumentar de nuevo el pasaje y modernizar la maquinaria obligó en 1958 a interrumpir el funcionamiento del funicular durante unos meses para sustituir el “viejo funicular” de madera por nuevos vagones de metal. Según datos de la época, las 1024 personas por hora que podían subir a la cima pasaron a ser 1624.
La fiesta de despedida del viejo ‘funi’, el 12 de enero de 1958, congregó numerosos asistentes y contó con exhibiciones a cargo de la ‘Cobla Emporium’ y el ‘Esbart Montserrat’. La Sociedad Tibidabo organizó para la ocasión un concurso de dibujo infantil.
El 18 de marzo de 1958 se inauguró el nuevo funicular con la presencia del alcalde José Mª de Porcioles, el arzobispo Modrego, el Sr. Andreu, presidente de la Sociedad Tibidabo, y demás autoridades.
Dos años más tarde, se instaló una nueva maquinaria de tracción que permitió reducir a poco más de cuatro minutos la duración del trayecto, cubriendo los mil novecientos noventa metros de longitud de la vía al ritmo de cuatro metros por segundo. La reforma, que aún perdura, tuvo un coste de 15 millones de pesetas.
Fuente: Lavanguardia.com