La mujer en el ferrocarril

Las mujeres en los inicios del ferrocarril no tenían ni los mismos derechos ni los mismos emolumentos que los hombres. Guardabarreras, limpiadoras y administrativas, han sido las tradicionales ocupaciones de la mujer dentro de la empresa ferroviaria. Tres ocupaciones que eran en realidad tres castas sociales, tres formas distintas de ver la vida, tres posiciones intercambiables.

Mujeres administrativas

La más elegante era la casta de las mujeres administrativas. Se las podía ver en las oficinas de las grandes capitales. Arrastraban el mal humor de una soltería impenitente que les imponía la empresa para poder continuar en la plantilla. Eran unas figuras a las que había que agradar y acudir a ellas cuando se encontraban con el optimismo a flor de piel.

Guardesas de pasos a nivel

La figura más baja de la escala social de las mujeres dentro del ferrocarril eran las guardabarreras o guardesas de pasos a nivel. Era el tipismo rabioso, la representación tercermundista de una actividad. Era muy popular esa figura de una mujer al paso de los trenes empuñando la banderola, plegada y enfundada, rayada su silueta por la cadena del paso a nivel en su posición y, junto a la mujer, unos cuantos niños que miraban el paso del convoy con gestos de asombro.

Las limpiadoras

Entre estas dos castas se encontraban las limpiadoras, que solían ser las viudas de agentes fallecidos en acto de servicio y que tenían, por lo general, una historia curiosa. Eran unas mujeres distantes, aunque respetadas.

Las expendedoras

Durante unos cuantos años el ferrocarril estuvo representado por estos tres arquetipos hasta que hizo su aparición la mujer expendedora. En Palencia había una, y en Venta de Baños y Valladolid, otra. Mujeres que, como las anteriores, estaban discriminadas por parte de la empresa, en cuanto a la remuneración, que siempre era inferior a la del hombre. Por parte de los compañeros de trabajo eran vistas con cierto insano malestar. Se las criticaba ferozmente, hasta que se conseguía apartarlas del servicio. Su nombramiento era el de expendedoras de billetes o taquilleras.

Jefes de Estación

Posteriormente, los medios de comunicación se dedicaron a resaltar, como rarezas de la vida diaria española, la figura de las mujeres-jefes de estación. En Vitoria y Oviedo había dos mujeres jefes de estación. Hecho insólito que los órganos de información destacaron como una cosa de la España de pandereta. Hubo opiniones para todos los gustos. Mujeres que se hicieron célebres por unos días y después pasaron al olvido.

Las factoras

En 1980 tuvo lugar una de las transformaciones más espectaculares de la vida ferroviaria. En Venta de Baños, igual que sucediera en Palencia y en Valladolid, y en el resto de las localidades españolas, hicieron acto de presencia las factoras. Causó extrañeza, en principio, y se las aceptó con cierta desgana. Al poco tiempo había dos mujeres en circulación y ocho más en diversos servicios de factoría.

La presencia de la mujer en un servicio ferroviario dominado por el hombre, supuso un cambio radical. Las conversaciones entre los hombres se hicieron más académicas y desapareció el mal gusto de ciertas antañonas costumbres, las típicas escenas del machismo ibérico. Los viejos ferroviarios no lo perdonaron pero tuvieron que conformarse con una imposición que vino de arriba. Después se fue generalizando su presencia en todos los ámbitos, de manera que pudo verse a las mujeres enganchadoras, maquinistas, interventoras y en todas aquellas actividades que en otro tiempo solo ocupaba a los hombres.

Fuente: es.paperblog.com