La última guardesa de Cantabria vive junto a las vías

Su profesión, muy arraigada en la región desde el surgimiento del ferrocarril, consistía en vigilar y controlar los peligrosos pasos a nivel.

A principios de los noventa, Josefa Arce fue sustituida por una máquina. El avance de la tecnología no sólo acabó con su medio de vida, sino con toda una profesión muy arraigada en Cantabria, la de las guardesas. En femenino, porque la mayoría de las personas que se encargaban de vigilar la seguridad de los pasos a nivel y cortar el tráfico cuando pasaba el tren eran mujeres. A sus 90 años, y jubilada desde hace mucho tiempo, sigue viviendo junto a las vías que atraviesan Golbardo (Reocín).

La mayoría de las mujeres que accedían a este puesto tenían alguna relación con el tren: viudas de maquinistas, mujeres de ferroviarios que habían sufrido un accidente… «Era una especie de compensación para que pudieran sustentarse, aunque era un trabajo muy duro», explica Manuel López-Calderón, promotor del Museo Cántabro del Ferrocarril y miembro de la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril. El caso de Josefa es similar. Fue guardesa porque lo fueron su madre y su abuela. A su vez, su abuelo fue jefe de estación, y su tío, su marido y su hijo también trabajaron en el ferrocarril. «Toda la familia estaba ahí metida», explica. Su profesión fue la única que desempeñaron las mujeres en el sector del ferrocarril desde su aparición, en el siglo XIX, y hasta mediados del siglo XX.

Fuente: eldiariomontanes.es