El placer de la lentitud

El placer de la velocidad ha sido un descubrimiento del siglo veinte. Lo que apareció como un modo de eficacia, que permitía aprovechar mejor el tiempo, se ha convertido en un modo de vida que acaba vaciando el tiempo.

No tener tiempo para nada es lo peculiar de las personas apresuradas. No que­remos viajar: queremos haber llegado. Esto hace que el camino o el paisaje se hayan convertido en un obstáculo, en vez de ser uno de los alicientes del viajar.

El ser humano siempre ha sentido la distancia como una limitación y ha soñado con la ubicuidad, con la posibilidad de estar en todas partes al mismo tiempo. Ahora parece haberlo logrado, pero a costa de no estar en ningún sitio, de no degustar ningún lugar.

La velocidad nos desarraiga. La prisa impide que disfrutemos los valores de aparición lenta. Siempre estamos inquietos porque nos parece que podríamos estar en otro lugar. Vivimos un zap­ping  vital continuado. En fin, creo que tenemos que reivindicar los placeres de la lentitud.

José Antonio Marina

(Filósofo)