150 años de ferrocarril en Brañuelas

En 2018 se cumplen 150 años de la llegada del tren a Brañuelas. Si el ferrocarril ha contribuido de manera decisiva al progreso de los pueblos, en el caso de Brañuelas concurrieron unas circunstancias que lo hacen aún más especial.

En 1848 se inaugura la primera línea en la península (Barcelona- Mataró). Y en 1855 la de Aranjuez a Madrid. En ambos casos trayectos de escaso recorrido y poca relevancia económica.

Es a partir de la Ley General de Ferrocarriles de 1855 cuando se impulsa la creación de empresas para explotar los tramos que salen a concurso. Entre 1856 y 1866 se van a construir más de 4.000 kilómetros de vía. La compañía del Noroeste es la encargada de explotar el trayecto Palencia-Coruña, como un ramal de la Madrid-Irún. En 1863 el tren llega a León. En 1866 alcanza Astorga. Y en 1868, ya se encuentra en Brañuelas. Pero allí se detendrá durante más de 15 años. Quienes viajan a Galicia desde el resto de España deben apearse en Brañuelas para que lentas diligencias los transporten hasta Torre del Bierzo. Lo mismo sucede con quienes desde tierras gallegas se dirigen a León, Madrid… De ese modo Brañuelas se convierte en «estación término» y centro neurálgico de la línea.

Diversos motivos van a contribuir a que se prolongue el obligado trasbordo. Por un lado la inestabilidad política vivida bajo la corona de Isabel II, y por otro, la primera gran crisis financiera surgida en España dos años antes como consecuencia de la fiebre especuladora que se desató en torno al ferrocarril y cuyos efectos se dejarán sentir durante años. Los inversores habían colocado su dinero en las empresas ferroviarias provocando alzas vertiginosas de sus acciones. Pero cuando se comprobó que ni el número de mercancías ni de viajeros alcanzaba los objetivos previstos, las acciones se desplomaron arrastrando a bancos y particulares que habían depositado en ellas su dinero. Por último, las mayores dificultades orográficas que se le presentan al tren desde que sale de León comienzan precisamente allí, al pie del puerto de Manzanal.

Salvar el desnivel desde los 1.090 metros de altitud de Brañuelas a los 727 de Torre no resulta sencillo. La solución pasa por construir un gran túnel y con características especiales. Ese túnel será el famoso túnel de El Lazo. Sin embargo, no se comenzó a construir hasta 1880 para finalizarlo en 1883 bajo la dirección del ingeniero segoviano, Melitón Martín.

A partir de esa fecha, Brañuelas pierde protagonismo pero volverá a recuperarlo cuando a inicios del siglo XX se busque una salida para el carbón que se extrae de las minas del valle del Tremor. En 1920 se traza el tendido de la primera línea de teleférico a cargo de Antracitas de Brañuelas. Y poco después le seguirán Carbonífera, Alto Bierzo o Heras y García Nieto.

Por entonces las calefacciones del país funcionaban con dicho mineral y en las grandes ciudades se establecieron empresarios carboneros que recibían desde Brañuelas el carbón con el que levantaron prósperos negocios.

El pueblo experimentó un auge inesperado con esa feliz alianza entre ferrocarril y carbón. Además, si en el siglo XIX el tren debía detenerse en Brañuelas cuando llegaba desde León debido a la dificultad para acceder a tierras bercianas, en el XX el problema se presenta en dirección contraria, convirtiéndolo de nuevo en «estación término». El 15 de diciembre de 1949 se inaugura la electrificación entre Torre y Brañuelas. En cambio la línea hacia León no se electrificará hasta 1955.

Transcurren de ese modo cinco largos años en que el tren vuelve a detenerse en Brañuelas concediendo a los viajeros un tiempo libre que podían distraer en nuestras calles y nuestros bares mientras se procedía al cambio de las locomotoras de vapor a las eléctricas y viceversa. Tarea que precisaba de tiempo y nuevos operarios.

Esta historia de «éxito», sin embargo, se iría truncando cuando comenzaron a sustituirse las calefacciones de carbón por otros combustibles y el principal destino de éste fueron las centrales térmicas. Y también cuando se arreglaron las carreteras de Tremor a Torre y Bembibre y el transporte por carretera inició su competencia con el ferrocarril.

Hoy, de todo aquel esplendor en torno al tren, solo quedan algunos edificios abandonados que el Ayuntamiento trata de recuperar a través de iniciativas como ‘El Museo del Ferrocarril’. Y esto es de agradecer porque los pueblos no son solo lo que son sino también lo que ha sido su historia y las huellas heredadas de su pasado.

Fuente: diariodeleon.es